miércoles, 28 de octubre de 2009

Borrachera, por Demío

Borrachera


1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 8888888888888801.. A partir de la octava copa, casi todo ser humano suele ir muy borracho, a no ser que seas algún prodigio de la naturaleza y yo no lo era. Por lo tanto, iba muy borracho en esta historia, aunque no más que mi compañero de juergas, que encima de ir borracho llevaba gafas de culo de botella, lo cual hacia más difícil la transición desde del sitio de marcha al lugar de residencia. Me explico: desde un parque del pueblo vecino a unos 15 kilómetros de donde yo vivía, en mi casa, que no era mía si no de mi tío y mi padre.
Para desplazarnos de pueblo en pueblo íbamos en motos de pequeña cilindrada, lo cual tampoco facilitaba nuestro desplazamiento a nuestro redil, ya que la combinación de alcohol y motor nunca fue recomendable para llegar a viejo.
Todo empezó un día cualquiera, en el trastero del gafas de culo de botella, donde nos pasamos como tres horas jugando a la pela, que lógicamente, si asociamos el título del relato con este juego llamado la pela, es de deducir que había alcohol, bueno y algo mas añadido, pues eso, porros uno detrás de otro, cerveza, porros, cerveza, porros y venga una y otro. Cuando salimos del trastero era solamente las 21:30 de la noche. Bueno, y a partir de aquí, qué puede pensar un chaval de 19 años. Pues lo mas correcto, coger la moto para irnos a unos 15 kilómetros y seguir disfrutando del alcohol, porros, música y chicas. Pasadas unas cuantas horas, como las tres o las cuatro de la mañana, decidimos volver a mi casa a dormir la mona, con la mala fortuna que al ir a buscar las llaves de mi casa, por una razón que desconozco, no estaban en donde se suponía que tenían que estar... ¡EN MI PUÑETERO BOLSILLO! Bueno, déjenme que describa la situación: “la moto aparcada, el de las gafas de culo de botella en el suelo, medio dormido y borracho entero; yo, con dos cascos en los brazos, sin llaves, entre las tres de la mañana y las cuatro y con un frío de pelotas. Lo primero que se te ocurre en esta situación es jugarte la vida, ya que estás en una situación límite y como buen superviviente que soy, decido llamar al telefonillo; créanselo, mi padre esta sordo del oído izquierdo, o sea, si duerme sobre el oído derecho no te abre la puerta ya que no te oye; y que contar de mi tío, el hombre más duro que conozco, ya que se cayó desde cinco metros de altura y sigue vivo, pero eso no significa que sea igual de ágil que una gacela, de echo no se levantó aquella madrugada. Pero mi cabeza en los peores momentos, cuando tengo una presión añadida, es cuando discurre mejor y decidí que lo mejor era escalar hasta el primero de la casa de la vecina brasileña; ¿Cómo? se preguntarán... me subí a la papelera que estaba enganchada en la farola, esas que parecen ser tan seguras de si mismas. Una vez de pie en la papelera, mi siguiente paso era engancharme a los cables de algo, no sé muy bien, si de teléfono o de la luz o de que eran. Una vez enganchado con una pierna y un brazo, decidí saltar a una pequeña jardinera de ladrillos y allí, abrí la ventana. Dentro de la casa, mi plan era no despertar a nadie, sino abrir la puerta, bajar al portal, meter al gafas de culo de botella dentro para que no se congelara de frío, subir las escaleras y volver a escalar por el hueco de patio de luces, meterme en mi casa por la cocina, abrir la puerta, bajar a por el gafas de culo de botella y dormir, como si no hubiera pasado nada. Y todo esto hubiera pasado como os cuento si no me hubiera encontrado la puerta de la casa de la brasileña cerrada con llave. Eso hizo que mi plan se retrasara un poco, ya que tuve que buscar las llaves, abrir la puerta, bajar a por gafas de culo de botella, meterlo al portal, atrancar la puerta del portal, salir a la calle y tirar las llaves por la ventana. Pero aquel día no era mi día y las llaves se quedaron en la jardinera. Ahora me pregunto porqué tuve que cerrar la puerta con llave, ¿no podía haber dejado las llaves dentro de la casa y dejar la puerta cerrada sin echar la llave? supongo que en aquel momento tenía su sentido hacer lo que hice. Total, que me tocó subir otra vez, porque si no, al día siguiente, ésta chica no podría abrir la puerta de su casa, porque no creo que se le ocurriera buscar las llaves perdidas en la jardinera.
Una vez más, ya dentro de la casa, me disponía a salir por la puerta cuando me di cuenta que en el sillón del salón-cocina americana dormía dulcemente la brasileña de nuestra historia, que después de tanto lío no se despertó, y me quede mirándola un rato. Ésta se levantó como un resorte y preguntó:¿quién eres?. Con la agilidad mental de un borracho se me ocurre decir: “soy el hijo de tu vecino y esto es un sueñoooo, sigue durmiendooo“, aunque no sé que me colapsaba más, si mi mente, el alcohol ingerido o los pechos desnudos de mi vecina. Una vez que la relajé con diferentes explicaciones sobre lo ocurrido, pude seguir con mi plan, meterme por el hueco del patio de luz, colarme a mi cocina, bajar a por el gafas de culo de botella y por fin... Dormir.
Tenía que descansar bien para coger fuerzas, ya que lo que me esperaba al día siguiente era otra aventura a un más difícil de explicar y de entender, por que el ser humano, bajo los efectos del alcohol y drogas toma una serie de decisiones que marcarán su vida...O por lo menos a mi me marcaron...
“Demío” (Javi).

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